Todos tenemos “esos” días. Esos días en que todo parece demasiado pesado para seguir avazando. Es en esos días en los que se siente demasiado difícil como para dar un sólo paso más. Los días en los que solo querés bajar los brazos y decir: «¡SE ACABÓ!» O «¡NO PUEDO MÁS!»
No voy a mentirte. Tengo esos días también. Hay muchos días en los que siento que no puedo continuar o que lo he intentado todo y que ya no puedo más.
Lo bueno es que no tengo esos días tan seguido ahora. Son menos frecuentes y cuando surgen ahora, trato de no quedarme estancada ni de reaccionar desde ese lugar, pues ni el enojo ni la tristeza son las mejores emociones desde las que tomar decisiones importantes. Los negocios son difíciles, no hay dudas al respecto y todos tenemos derecho a un mal día de vez en cuando. Pero quiero compartir con vos las formas en que he limitado estos «días de bajón» y qué hago cuando aparecen, para que el impacto en mi estado de ánimo sea mínimo.
Primero
Hacé las pases con el hecho de tener un mal día. Solía castigarme cuando entraba en estos momentos negativos y me miraba como si fuera «algo malo» o «hiciera algo mal». Este no es el caso en absoluto. Todos tenemos días grises y todos tenemos derecho a tener uno, así date permiso de sentir cuando un momento así aparezca.
Segundo
Sigue un proceso simple. Reconócelo. Reflexiona sobre eso. Libéralo. Una de las mejores cosas acerca de reconocer que algo no se siente bien o que algo está pasando, es que podés detenerte y reflexionar sobre lo que es y por qué está surgiendo. Entender qué pasa, porqué y PARA QUÉ es mucho mejor que castigarte por ello. Una vez que reflexiones y llegues a la paz con lo que está pasando, y estés listo para seguir adelante (lo que debería ser relativamente rápido) libéralo. Déjalo ir. Esto significa que ya terminaste y no vas a poner más energía en eso, se trata de reconocer que ya está, que hiciste lo que estaba en tu poder.
Tercero
Seguro que alguna vez escuchaste el dicho: «es mejor prevenir que curar», en este caso, creo que se aplica perfectamente. Si sé que ciertas cosas me ponen mal o que me comporto o reacciono de cierta manera hacia algo, lo acepto y creo maneras de evitar que esas cosas me dañen o interfieran en mi camino. Por ejemplo, mirar ciertas cosas en la TV me ponen triste, o me enojan… así que simplemente evito ese tipo de contenido. Otro ejemplo: si sé que cada vez que hablo con determinada persona me transmite su negatividad, trato de evitar en lo posible hablar con esa persona, minimizo el impacto, pues no puedo «cambiar» al otro, pero sí puedo decidir si me «engancho» o no en esas conversaciones.
Cuarto
Rodéate de las personas adecuadas. Para mí, esto siempre fue algo importante. Crea un pequeño grupo de personas al que sabes que puedes recurrir cada vez que te sientas mal o triste o deprimido y esa gente te ayudará a superarlo mucho más rápido que tratar de hacerlo por tu cuenta. Tener personas que puedan inspirarte, animarte y darte otra perspectiva para ver tu situación es más útil de lo que podrías imaginar.
Quinto
¡No vayas por ese camino! Seguramente sabés de lo que estoy hablando… ¡No seas dramático y te enganches en un espiral descendente de tristeza, enojo y autocompasión! Lo digo con amor porque solía hacer esto todo el tiempo. Me ponía TAN dramática sobre todo que terminaba viendo la situación mucho más grande de lo que era. En la mayoría de los casos, no era para tanto. Me gusta la analogía de imaginar la «cosa» que te está volviendo loco o molesto, como este pequeño punto en el medio del mundo y tú eres el mundo. Te paras en esa «cosa» y apenas podés verla. Ahora no parece tan grande, ¿verdad? O si no eres súper visual como yo, pregúntate «¿esto realmente me importará en un año?», esta pregunta realmente ayuda a poner las cuestiones en una perspectiva más sana.
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