Hace meses (un año quizás?) que tenía la idea de publicar mis escritos en un blog. Nunca fue la parte técnica un impedimento, pues desde hace 14 años que diseño, programo y mantengo sitios web. De hecho, empecé a estudiar diseño web cuando no existían los blogs!

El freno estuvo siempre en otro lado: en mi cabeza, en mis ideas y creencias. En pensar que «no puedo«, «no debo«, en querer esconderme en lugar de mostrarme, en la inseguridad de pensar que aún no estoy lista, aún me falta terminar tal curso, obtener tal certificado, aprender más sobre redacción, coaching, marketing, … y un largo, casi interminable etcétera.
En mi trabajo cotidiano soy muy capaz, me siento sumamente cómoda programando, diseñando y emprendiendo cosas nuevas. No tengo miedo de encarar nuevos proyectos y las propuestas que recibo las tomo enseguida, las veo como oportunidades para mejorar, para crecer, para aprender. Me resulta fácil tomar decisiones, dar opiniones y fundamentar acciones.
Pero… decidirme a escribir un blog? eso me causaba ansiedad, incertidumbre y mil cosas más.
Reflexioné mucho, y me di cuenta que esa incertidumbre nacía del miedo a algo desconocido. Escribir era algo nuevo para mi, y además, hacerlo enfocada en  coaching y desarrollo personal me disparaba más sentimientos encontrados,  me veía muy principiante, y creo que hay una cierta torpeza inherente a ser principiante.
Hasta que las ganas de expresarme de a poco fueron ganando terreno. Y la cantidad de apuntes de artículos inconclusos fue creciendo, y  muy tímidamente me animé a compartir lo que escribí con un par de amigos, por email.
Eso era fácil… enviar un email con un cuento, una reflexión o un artículo a un amigo ES fácil! (comparado con publicar en un blog, ES facil, al menos para mi) quería convencerme que era un GRAN avance! bravo!!! me animé a compartir algo «mío», me animé a ser vulnerable, a expandir mi zona de confort! Dentro mío, si bien me sentí OK al hacerlo, le sentía «gusto a poco».
Así que seguí escribiendo. Mandé los mails a más amigos. Y luego de varios intentos decidí a armar el blog.
Dicen que del dicho al hecho hay largo trecho. En mi caso, el trecho fue larguísimo. Cada paso fue pensado,  cada avance fue una pequeña batalla ganada a mi crítico interior, a esa vocecita chillona, molesta y aguda, que no descansa ni da tregua.
Para hacer la historia corta: me animé, lo hice! cómo me sentí? FATAL.
El primer articulo publicado, el primer boletín de novedades los sentí como un parto! Pero al igual que en el parto, todo eso se superó al ver a mi hijo, en este caso, al ver al blog «vivo«, al recibir los primeros comentarios, empezar los primeros debates con mis lectores y recibir las primeras críticas (y eso da material para otro artículo).
Después de mucho estudiar, de mucho leer, llegué a la conclusión que NUNCA me voy a sentir 100% lista.
Una vez leí una frase que me gustó, hablaba sobre ser un barco, y decía que ningún viento es favorable si el capitán no sabe hacia dónde va.
Me encantó esa idea: verme como capitán de mi barco, mi destino es mi objetivo y tengo el timón para ir corrigiendo el rumbo para llegar a ese destino, a pesar del clima, el viento y la marea (o sea la vida que ocurre, las cosas que se presentan, todas esas variables que no puedo controlar), es decir, tomar las decisiones y acciones necesarias para lograr mi objetivo a pesar de lo que se pudiera presentar.
En mi caso, el capitán tiene un lorito molesto parado en el hombro, que parlotea mucho y su diálogo no es positivo. Dice: «no podés!», «no debés!», «quién te creés que sos?», «qué van a pesar?», «se van a dar cuenta que sos un fraude!», «aun te falta muchísimo para ser XXXX», «no estas lista», «no sos lo suficientemente buena/joven/madura/experimentada/etc/etc/etc»
Y con bastante trabajo el capitán va llevando el rumbo, a pesar de la marea, la falta de viento, a pesar del lorito parlanchín.
Voy aprendiendo a encontrar mi objetivo, a trazar el plan y a fijar mi atención en eso.
Voy aprendiendo día a día a hacer lo que haga falta, a animarme, a soltarme.
Aprendo a expandir mi zona de control, no importa si lo hago centímetro a centímetro, lo importante es HACERLO, es SEGUIR CRECIENDO.
Una vez leí que el propósito en la vida no es encontrarse a uno mismo, sino CREARSE a uno mismo. Y siento profudamente que ES así.
Si no me creo a mí misma (si no soy responsable de mi creación), quien me crea? y si no me creo yo, entonces, me crean otros… en base a qué me crean? en base a qué sueños y objetivos me crean?
Expandir la zona de confort no es algo fácil! es salir de lo conocido de lo confortable… es estar incómodo, con incertidumbre, ir a lo desconocido, tomar riesgos.. quien quiere eso?
Es ahí donde mi crítico interior reina, es ahí donde su voz es más fuerte.
Entiendo racionalmente lo que es y lo que hace, mi crítico interior intenta que continue cómoda, intenta preservarme de las amenazas (mi crítico ve a todo lo nuevo como una amenaza potencial). Entender cómo funciona, cómo actúa, qué lo dispara, me ayuda a detectar cuando empieza a susurrarme su cantinela.
Entendiendo cómo y cuándo aparece, me ayuda a saber cómo lidiar con él, cómo «domesticar» a ese pequeño loro molesto, y si no logro hacerlo callar del todo, al menos voy a logrando que baje el volumen de su parloteo, y aprendo, también, a no escucharlo. Mejor dicho, ELIJO no escucharlo, no darle crédito, no permitirle que me desvíe de mi rumbo.
Con el tiempo, aprendí como lidiar con el miedo a lo nuevo, y puedo resumir lo que hago en estos tres pasos:

1. Reconozco la incomodidad de ser un principiante. Es algo nuevo, estoy aprendiendo, son mis primeras experiencias. Me reconozco como «perfectible», en proceso de crecimiento y mejora continua. Elijo no luchar contra esa incomodidad, no molestarme con el miedo a lo nuevo. Busco la forma de «danzar» con él, buscarle lo positivo. Reconozco que tengo miedo. Miedo a qué? Qué me quiere enseñar ese miedo? qué puedo aprender de ese miedo? Lo reconozco, lo analizo, y hago «eso» nuevo a pesar del miedo.

2. Acepto el hecho ser principiante. Como sé que estoy emprendiendo algo nuevo, como sé que estoy aprendiendo, busco apoyo. Hablo con amigos, con colegas, con uno o varios coaches (ese es uno de los beneficios de estudiar esta profesión: tengo un montón de coaches «a mano» a quienes recurrir!) Me recuerdo a mi misma el porqué y PARA QUE quiero hacer esto nuevo. Me recuerdo cual es mi objetivo, qué me motiva, y uso esa motivación como impulso para atravesar la incomodidad y la incertidumbre… y hacer eso que quiero.

3. Espero altibajos y desvíos. Espero encontrarme con mi crítico interior, mi capitán sabe que el loro va a empezar con su parloteo. Probablemente el loro tendrá muchas razones por las que el capitán debería dejar el barco amarrado en el puerto. Esta voz, ese loro, no está tratando de criticarme y hacerme sentir mal, está tratando de protegerme. Las cosas nuevas dan miedo e implican riesgos y mi crítico interior no quiere que me lastimes. A medida que se acerca, escucho lo que tiene que decir, pero elijo no tomarlo como un hecho.

Me quedo en el proceso, sé que todo lo anterior es normal y natural.
Y ahora cuando veo el resultado, leo los comentarios y recibo mails de gente que me alienta (y también cuando leo las críticas!), me alegro de no haberme quedado dentro de mi zona de confort.
Me alegro por el objetivo cumplido, por haberme demostrado que , que podía. Es casi un sentimiento mágico, que supera ampliamente al miedo.

Ahora tu turno:
Hay algo que quisieras hacer en tu vida y que no te animás?
Podés detectar cuáles son los dichos de tu crítico interior?
Lo escuchas? Le haces caso? si es así, para qué te sirve hacerle caso? qué ganas al hacerle caso? qué perdés al hacerle caso?
Qué elegís?

Déjame un comentario, o envia un email a lorenabussocoach@gmail.com

Como siempre, gracias por leerme!

 

Lorena